En mayo de 2018, el Consejo de la Unión Europea dio a conocer una
recomendación en la que recogían las 8 competencias esenciales que deben adquirir los ciudadanos para su realización personal, adoptar un estilo de vida saludable y sostenible, ejercer una ciudadanía activa, favorecer su inclusión social y su empleabilidad. Esta recomendación se convierte en un instrumento básico para quienes forman parte del ecosistema educativo y de formación, ya que aporta una visión común sobre las metas competenciales hacia las que deben ir estos dos ámbitos en los estados miembro, siempre con el fin de que los ciudadanos estén preparados para afrontar los actuales y futuros retos de nuestra sociedad.
Entre esas 8 competencias esenciales identificadas por el Consejo de la UE, se encuentran las competencias digitales, entendidas como una combinación de conocimientos, habilidades y actitudes que implican «el uso seguro, crítico y responsable de las tecnologías digitales y el compromiso con ellas para el aprendizaje, el trabajo y la participación en la sociedad».
¿Cuándo podría considerarse que una persona ha adquirido esas competencias digitales?
En Europa, el
proyecto DigComp, impulsado por el Joint Research Centre, es quien marca las pautas en materia de competencia digital, y ha establecido las 5 grandes áreas donde deben centrarse los conocimientos, las habilidades y las actitudes de los ciudadanos digitalmente competentes. Estas son:
- La información y la alfabetización en el manejo de datos. Los volúmenes de información generados gracias a las nuevas tecnologías hacen imprescindible que los ciudadanos sean capaces de identificar, localizar, recuperar, almacenar, organizar y analizar toda esa información digital, así como desarrollar su espíritu crítico para evaluar su finalidad y relevancia.
- La comunicación y colaboración. Resulta esencial que los ciudadanos sean capaces de interactuar a través de las tecnologías digitales; de compartir datos, información y contenidos con otras personas y actuar de intermediarios, para lo que es preciso adquirir conocimientos sobre propiedad intelectual y referenciación. De esta manera, las obras de los autores podrán ser compartidas de manera respetuosa y avalada por una protección que fomente la cultura en nuestro país y el reconocimiento a sus creadores.
- La creación de contenidos es otra de las áreas básicas donde los ciudadanos deben instruirse para desarrollar sus capacidades digitales. Han de saber crear y editar nuevos contenidos; modificar e integrar información y contenidos existentes para crear otros nuevos con interés y, en este marco, comprender cómo se aplican los derechos de autor y las licencias a los datos, la información y los contenidos digitales.
- La seguridad es otro de los ámbitos clave y debe ir encaminada no solo a la protección personal, la de los datos y de la identidad digital, sino también al uso seguro y sostenible de las tecnologías, lo que implica la protección de la salud y el medioambiente.
- El ciudadano también debe ser capaz de aportar soluciones a los problemas que plantea la digitalización y el uso de nuevas tecnologías. Esto implica saber adoptar las decisiones necesarias para seleccionar las herramientas digitales más adecuadas a cada necesidad y objetivo; resolver problemas técnicos a través de medios digitales y comprender en qué aspectos es necesario mejorar o actualizar la propia competencia digital, además de tener la capacidad de ayudar a otros a desarrollarla.
En definitiva, las personas deben entender cómo las nuevas tecnologías pueden ser una ayuda para innovar, comunicarse y crear, al mismo tiempo que conocen los riesgos derivados de su uso; tienen que ser capaces de acceder, analizar, seleccionar y crear la información que estas ponen a su disposición, siempre desde un enfoque ético, seguro y respetuosos con la legislación vigente.
© de la imagen: Carballo